Un salto en el tiempo. No uno pequeño, de un par de años.
Una grieta profunda en la epidermis de la historia, lo instaló como una bella y
sospechosa estatua, en el claroscuro del alba que comienza a despuntar. Nunca
supo que tuviera sangre hebrea, ni nada permitía predecir que lo que estaba
sucediendo le iba a ocurrir, cuando la luz mediterránea iluminaba tenuemente la
Tierra Prometida. Nunca leyó el Libro de los Jueces y la tradición familiar más
bien señalaba hacia la Iglesia Católica, de larga prosapia y notable fecundidad
en el área geográfica de la que procedían sus abuelos, cerca de Biarritz, en el
país vasco francés. Un dolor ácido le rozó los sesos cuando le repitieron siete
veces su nombre, y tradujo que lo apelaban Samgar, en el idioma de las tribus
protagonistas de la Biblia, una lengua que nunca antes siquiera había escuchado
y, menos, entendido.
Escultura de Vicente Gajardo |
Samgar comprendió que la victoria lo esperaba apenas
cruzara el velo de la tienda de campaña y avanzara entre sus hombres con el
pecho al aire, los ojos dibujados con henna y carbón de las fogatas que ya
languidecían. La muñeca de su brazo izquierdo se tensó y contrajo los músculos
desde la punta de los dedos hasta el nacimiento del cuello, mientras se le
erizaba el vello de todo el cuerpo.
Tenía los ojos congestionados y un fino borde rojizo
hacía sospechosa su mirada, más aún cuando tras muchas horas con la vista fija
en el IPhone, poseía un filtro de suave niebla flotante.
Detuvo sus pasos sólo cuando encontró cinco mariposas
azules estacionadas en el aire, como automóviles traslúcidos de espaldas al
atardecer. El Parque Nacional ya estaba cerrado y el sol aún brillaba, cuando
la camioneta todoterreno se detuvo a un costado del camino de tierra. Dio tres
pasos y trepó con el peso de la historia sobre los hombros.
A medida que se alejaban de la zona, comenzó a sospechar,
y no tanto tiempo después estaba seguro de que todo había sido un sueño, una
noche de demasiado calor en el desierto chileno.
(Del libro "Cínica", Autor: Ana V. Durruty)
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