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martes, 27 de julio de 2021

Emparentadas

 




En otro mundo hubiéramos sido primas. Por lo menos. O quizás hermanas. La misma frente, la misma boca delgada. Sobre todo la misma nariz. Fuerte, prominente; llena de carácter. Amenazante. Allí sentada frente a mi en el vagón del tren de Paris a Biarritz, podía observar a mis anchas su figura recortada contra el ventanal que iba revelando los paisajes cada vez más verdes que nos acercaban al País Vasco francés.

No me extraño mucho que se parara junto conmigo cuando nos acercábamos a la estación de mi destino. Tampoco que tomara un taxi unos pocos minutos antes que yo me embarcara en el mío rumbo al local de Europcar en el aeropuerto. Debo admitir que me extrañó un poco volver a encontrarla en la garita en que debía retirar el auto en que pretendía embarcarme en un recorrido por las tierras de los Pireneos Atlánticos que alguna vez habían habitado mi bisabuelo Jean y todos sus antepasados hasta los inicios de la historia. Pero, bueno, siempre puede haber coincidencias.

Desde antes de llegar al hotel comencé a disfrutar del placer de estar en el lugar en que uno debe estar; aquel lugar en la Tierra en que tu cuerpo se siente naturalmente cómodo con la temperatura, el paisaje y la luz. Aquellos parajes que sientes que conoces desde siempre aunque nunca hayas estado antes. Donde sabes que sabes más de lo que crees y conoces los árboles y las flores y los nombres de las aves porque deben llamarse así.

Pero cuando logré estacionarme en una de las callecitas de Hasparren y vi el auto rojo que ella había arrendado, unos pocos metros adelante, pensé que algo no andaba bien, que eran demasiadas casualidades juntas. Pero no me atreví a hablarle, porque mi francés era precario y ella estaba conversando con fluidez en el idioma que, obviamente, era su primera lengua.

Con los recortes de tiempo puedes hacer una vida entera nueva. Si aprovechas al máximo cada tramo de camino, sacas el ticket antes que otros en la fila de la farmacia, tomas justo el vagón del metro antes de que éste parta, entras al banco antes de que cierre sus puertas esa jornada, sales rápido y tomas el taxi para almorzar en la mejor mesa del restaurante con tu mejor amiga, terminas a una buena hora la merienda, alcanzas a comprar lo que necesitas en la librería, llegas a tu casa cuando hay luz, sacas la ropa de la secadora, y así sucesivamente, siempre aprovechando hasta el más mínimo resquicio del tiempo, puedes en efecto tener el premio de hacer todo lo que deseas y aún más, hasta juntar la cantidad de saldo suficiente en la cuenta de tu vida actual, para alcanzar a vivir una adicional.

Pero nunca se me ocurrió que hubiera una persona viviendo mi otra vida.

-Hola, alcancé a escuché en el rent a car que tu apellido es Gaitía. Yo soy Begoña Gaitía-, me saludó ella finalmente en perfecto español, creo que al ver mi cara de perplejidad a menos de un metro suyo, donde me había quedado plantada después de bajar del auto.

Recordé la batalla dada por mi madre antes de mi bautizo, cuando mi abuelo insistía en ponerme Begoña y su nuera –acertadamente para mi gusto- evitó el tradicional nombre vasco con el sencillo artilugio de ofrecer llamarme como mi abuela.

-Hola, yo soy Rebeca Goitía- le respondí con una sonrisa cuando ya me habían vuelto los colores, la movilidad y el habla.

Nos quedamos hasta tarde conversando en el único cibercafé de Hasparren, hasta que la tarde se hizo noche y el azar tuvo un sentido.

(Hasparren, País Vasco)


(De Luna de Burdel)

Nueva Crítica Positiva a Mudita

 



Nueva crítica a la novela "Mudita". 

Lee lo que dicen de esta obra en el siguiente link: Link Crítica Mudita

Plus Ultra








Corrí, corrí como una loca, detrás de ti, le estaba explicando la mujer mientras jadeaba. Sólo entonces, él se detuvo y miró hacia al costado, con una mirada desconocida. Desentrañó el hondo significado de las palabras perdidas en el recodo anterior del tiempo. Recordó tantas de aquellas cosas que había olvidado con escrupulosa paciencia, para que nunca, nunca jamás, le volvieran a atormentar.
Pero, fue también en ese preciso minuto en que se miró a sí mismo y descubrió que se había perdonado. El hombre sintió cómo sus ojos claros se vaciaban en un desconocido mar de alivio. Detuvo sus pasos, anhelando que ese gesto pudiera congelar el tiempo. Se sentó en la acera, apoyó sus hombros en el poste del alumbrado público y dobló sus rodillas hasta rodearlas completamente con sus brazos. Mientras se aclaraba su visión contempló con serenidad el tatuaje en el antebrazo derecho, lamentando no haberse hecho aquel que quería grabar en la parte superior. Tantos años atrás tuvo en algún momento la imagen clarísima del escudo de la España del Generalísimo Franco que iba a imprimir en su piel. Luego, ocurrió algo extraño. Rememoró con dolor, diez años después, la tarde en que ella nunca más volvió. Partió como llegó, inesperada y avasalladora. Tan efímera, que durante largos meses pensó que había sido irreal. Con el paso de los años, se preguntó si ella lo recordaría. Si él habría sido real para ella. Al final únicamente quedó la frase que la mujer le pidió que guardara, te has ganado un lugar en los buenos momentos de mi vida. Siempre tendrás un lugar en mi corazón. El día en que el hombre cumplió cincuenta años, buscó hasta encontrar los datos de la mujer. Cuando llegó a su puerta en ese pueblo del norte, tras viajar atravesando casi todo el país, comprendió que la señora de sesenta años que regaba el jardín no lo reconocía. La miró con sus tristes y profundos ojos de cielo y comenzó a desandar el camino. Corrí, corrí como una loca detrás de ti, le estaba explicando la mujer mientras lo observaba, sentado allí en plena calle. El sol se descolgaba sin piedad esa tarde de mayo. Ella se agachó hasta quedar reclinada de rodillas junto a él. Comenzó a desabotonar su blusa amarilla que se deslizó por un costado de su cuerpo, dejando al descubierto su femenino hombro derecho. Luego giró lentamente, para mostrarle a él, un escudo de España, en el que se leía con claridad Plus Ultra. Más Allá.


(Cuento de libro "Cínica").







sábado, 26 de junio de 2021

Volar alto

El reflejo de la luz del televisor tiñe de colores el rostro de Rubén. Es la única fuente luminosa en la pequeña casucha que levantó con sus propias manos usando restos de obras de construcción recogidos por aquí y por allá. La frágil estructura se apoya en un muro de la modesta vivienda de su madre. Doña Erminda es empeñosa y logró que servicios sociales le reconociera la indigencia y le entregara una casita de cuarenta metros cuadrados en la población Nueva Era; un callamperío desforestado y cruzado por calles pavimentadas sin aceras.

Normalmente el barrio es tapado por una polvareda cada tarde cuando se levanta algo de viento del sur y por las noches no resulta inusual escuchar disparos al aire o el ulular de los carros policiales que pasan raudos en un amago por disuadir las peleas entre pandillas de narcos, pero no se detienen para no sufrir bajas.

A veces, muy de vez en cuando, cae algo de agua del cielo en la capital. Cada año es peor y la sequía ya más que una amenaza es una certeza.

Cuando lleve, aunque sea unos pocos milímetros, la población se vuelve un pantano. Y la cancha de fútbol un verdadero lodazal. Pero eso no disuade a Rubén.

Todos los futbolistas sudamericanos comparten el mismo origen. Y la historia de “El Campeón” no es la excepción, por eso tiene esos vacíos en el lenguaje y la inclinación por las mujeres bonitas y de cabeza liviana. Pero Rubén admira a “El Campeón” y se afana en estudiar cada jugada del delantero del seleccionado nacional. Luego, sale a la cancha de la población a practicar. Con unas zapatillas raídas, las medias desiguales y en días como hoy, con mucho frío.

Ensaya como lo ha visto en los entrenamientos que muestran en la televisión al menos durante una o dos horas cada día, no bebe alcohol y es flaco y musculoso producto del esfuerzo y la escasez de carbohidratos. A veces no le alcanza ni para comer un pan en la noche antes de irse a dormir. El trabajo de recolector municipal de basura al menos lo ayuda a mantenerse en forma corriendo detrás del camión y elevando lo tachos con desperdicios como si fueran pesas en el mejor gimnasio.

El barro viscoso se le mete hasta debajo de la camiseta después de cada resbalón detrás de la pelota. De reojo, entre carrera y carrera, ve llegar al grupo de sus amigos de la infancia que se juntan cada tarde en un rincón de la cancha a darle el bajo a unas botellas de cerveza y varios cigarrillos de marihuana. Lo llaman con los gestos, pero Rubén no les sigue el amén. Ellos no dejan de invitarlo cada día y Rubén logra zafar siempre la tentación de ir a dar en esos pasos que lo alejarían de su pasión y, como él lo ve, de un futuro mejor. Uno brillante como el de “El Campeón”.

Rubén no tiene casi nada material. Un pobre televisor medio desvencijado que junto a su pelota de fútbol son sus dos pertenencias más preciadas, un colchón separado del piso de cemento gracias a unas capas de cartones recogidos a la salida de los supermercados y una cocinilla de dos platos que pocas veces usa. Vive sin eufemismos en la miseria. Pero posee algo de un valor enorme. Algo que no se compra. Rubén es dueño de una determinación a prueba de todo.

Concluye su entrenamiento y apoyando las manos en la cintura, echa la cabeza hacia atrás para relajar los músculos del cuello y entonces ve allá en las alturas un majestuoso cóndor de los Andes planeando en la inmensidad azul sobre las montañas. La mayor ave no marina del planeta.

Rubén sonríe. Así volará él algún día. Así de tan alto llegará. Así de grande será en el fútbol internacional.

Da vuelta la espalda al grupo de chicos que ya está a mal traer en la esquina, avanza chapoteando en el barro e ingresa de nuevo a su casucha. Se abriga lo mejor que puede y pega sus ojos en la pantalla que transmite las noticias del fútbol mientras en sus pupilas brillan sueños de gloria.


miércoles, 2 de junio de 2021

Desenfreno coral

 

Brasilia


Es extraño saber lo obvio, si los ambientalistas hubieran existido a mediados del Siglo Veinte yo no hubiera nacido en Brasilia. Porque Brasilia no hubiera existido. Habría nacido en cualquier ciudad, o quizás en medio de la selva amazónica. ¿O tal vez no habría nacido? Si mi destino era nacer en Brasilia, y sólo ese era el designio, tal vez no habría nacido. En realidad hubo muchas razones para que no viera la luz de esta ciudad tan inexplicable como el afán de los seres humanos de conquistar algo. Algo, cualquier cosa. Fama, libertad, dinero, afecto, cuerpos ajenos, descendencia fértil, dominio sobre otros animales, redes sociales vía internet, un lugar en la historia de la especie y hasta la eternidad en la vida después de la vida. Y, por supuesto, ¡cómo no!, la tierra misma. Ser dueños, poseedores, reyes absolutos de un pequeño pedazo de la superficie del globo.

Brasilia no es un trocito. No es un detalle menor.

Brasilia es una joya perdida en la pléyade de ciudades que salpican la geografía del país más grande de Sudamérica. Pertenece a ese afán racionalista que apostó por las grandes avenidas, los edificios de formas extravagantes y la reafirmación del poderío del hombre para doblegar a la naturaleza. Brasilia no es zamba, ni mulatas de culos enormes y fláccidos en playas atlánticas. Es como un eslabón misterioso entre lo que Brasil es y lo que le gustaría ser. Un símbolo de poder desprovisto de alma.

Es mi ciudad natal, y para mí siempre será hermosa. Y así permanecerá en mi memoria inmortal, cuando la recuerde desde el más allá, aunque las centurias la conviertan –como antes a Chinchen Itzá- en un nuevo mito cubierto de vegetación destinado a ser descubierta por arqueólogos del futuro.


(De Luna de Burdel)

La Importancia de la Lectura



¿Por qué es tan importante leer? Video realizado para la celebración del Día Internacional del Libro 2021: Ver link: Día Internacional del Libro 

miércoles, 28 de abril de 2021

Vitrinas rotas





Ni de arte, ni de playas, ni de buena comida podía dar referencias la flaca que se bajó en el taxi del aeropuerto de Miami llena de maletas que parecían haber sufrido una reciente cirugía estética y lucían estiradas al borde del peligro de romperse. 

Era una flaca muy flaca repleta de maletas azulinas.

Pero la flaca era engañosa. De todo lo superficial que se veía a primera vista, no quedaba nada apenas uno cruzaba más de dos palabras con ella. Y eso era inquietante, como los mares calmos y profundos, que ocultan misterios milenarios.

-No es lo que piensas, sino lo que haces lo que me molesta-, me dijo de entrada, como si me conociera, apenas nos encontramos para trabajar el sitio web en que pretendía exponer un nuevo método para algo que tenía que ver con sentirse bien. “Wellness”, repetía palabra por medio. 

Pensé que no le gustaba mi trabajo y me pareció estúpida por querer contratarme para un proyecto. Cuando me miró entendí que no se refería a eso. Ella hablaba de otra cosa. 

-Es un juego de azar, no una metáfora de mi vida- observé inquieto y sorprendido como salía la frase de mi boca. 

-Me da lo mismo-, dijo la rubia de Miami, que hasta ese minuto no me había dicho su nombre. Miriam le había puesto yo en mis conversaciones conmigo mismo. Me decía: -Esta Miriam me gusta. O algo así como: -Esta Miriam no me gusta. Pero la Miriam no era de esas que están a la venta o que se compran con un par de frases melosas, con un par de zapatos no tan caros ni tan baratos o con una cena en un restaurante con vista al Atlántico. 

-Acompáñame a comprar-, dijo después de un rato largo de silencio.


 (Miami, Estados Unidos)

Creatividad en Cuarentena


Entrevista en diario Concepción, donde Ana Durruty explica las vertientes creativas en el periodo de cuarentena producto de la pandemia de Covid-19.

Link: Hacer click en la fotografía.

https://www.diarioconcepcion.cl/cultura/2021/04/25/un-fructifero-e-inspirador-momento-para-producir-material-literario.html

martes, 6 de abril de 2021

El chiste del lorito


¿Qué es eso de decirle a una que es entretenida?

Es como de mal gusto. No resulta elegante. Como si la conversación fuera un mero divertimento de bufones.

De pronto, el atributo más relevante de mi personalidad era que entretenía al resto de los mortales.

Nunca fui divertida. Ni qué decir algo similar a ser chistosa. No me sé ni un solo chiste. En realidad me sé sólo uno, y es bastante triste al final de cuentas.

Iba un lorito muy dicharachero tarareando mientras hacía equilibrios en la línea férrea. Saltaba en una patita, y después en otra, jugando feliz de la vida. De pronto, ¡Ay! Se le trabó una patita en un cruce de vías. Tiraba y jalaba su patita con sus dos alitas, pero no lograba zafarse. Estaba en esos intentos, cuando sintió venir el tren. Desesperado, comenzó a tirar la patita repetidamente y con más fuerza. Pero… no logró nada. Al ver a la enorme locomotora venir directo hacia él, el lorito se paró derecho, sacó pecho con decisión y dijo: -¡el que caga, caga!

Mis historias no son alegres. Las cuento para pasar el rato. Ni siquiera sé decir mentiras. A veces soy tajante y parece que predicara. Me gusta ser provocativa. Eso sí. Arrastrar a los contertulios a aceptar una premisa y, entonces, cambiar de posición. Probablemente el único mérito real es que soy optimista. Y por ahí, por esa ruta, la realidad siempre es más bonita.

Y he aquí que, una y otra vez, a mis conocidos y amigas les vino bien comenzar a halagarme diciéndome que yo era entretenida.

En Mendoza el asunto comenzó a hartarme. A darme soponcio, en palabras de mi abuelita. A hartarme y llegarme hasta el cuello, como diría mi ex marido. Hasta la cresta, exclamaría Ambrosio, mi hijo mayor.

Pero tenía que aguantar a las cotorras de mis amigas del colegio mientras paseábamos celebrando los diez años de egresadas del colegio. Ellas que me conocían en las duras y en las maduras, con el pelo sucio, a veces sin alcanzar a bañarme en las mañanas porque el despertador me había jugado una mala pasada justo el día de una prueba importante, con aparatos de ortodoncia, amurrada porque me cargaba el vestido el día de mi graduación… ellas, que me había visto en mis peores fachas y en mis más tristes momentos, ellas ahora también descubrían que yo era entretenida.

-¡Antonia, cuéntanos alguna historia entretenida!- gritó la María José desde el último asiento del bus que arrendábamos para el periplo.

El calor húmedo y la falta de sueño tras hartas jornadas de convivencia, me tenían enervada, a punto de mandar todo al demonio ¡y ahora la Cote insistía en la cantinela!

Me di vuelta desde la tercera fila y miré a todas las con una mirada furibunada.

-A la próxima que pronuncie la palabra “entretenida”, la mato- espeté sin pensarlo mucho. O, en verdad, habiéndolo pensado demasiado.

Así terminó la faceta entretenida de mi vida, en una carretera rumbo a las reconocidas viñas de Mendoza, tal vez porque ellas me conocían desde niña, o tal vez sólo porque no me conocían.




(Mendoza, Argentina)




















Detrás de la Autora

 La Biblioteca Gabriela Mistral de La Serena me invitó a participar del proyecto "Narrativas Regionales".

Mientras queda publicado el video completo, hice un resumen como adelanto.

Espero que les guste. ¡No olviden dejarme sus comentarios"




lunes, 4 de enero de 2021

Rojo y verde


Los más bellos geranios los vi en El Cairo. Una mancha roja como sangre de bandera se desparramaba por la ladera de la terraza, compacta y vibrante.

Te vi Omar y me estremecí. Me golpeó tu candidez de sufrimientos milenarios, acumulados  en tu tez morena. Toda la historia de la miseria colgaba sobre su cuerpo delgado y vacilante. Supe en ese instante que la compasión que me inspirabas, era incompatible con la dignidad que te mantenía de pie.

La arena de Ghiza se recogía bajo tus pasos, y el espectáculo de sonidos y luces preparado para los turistas te resultaba completamente indiferente. Tu idioma no es el árabe ni el de los jeroglíficos, porque es el del Nilo abriéndose paso en el desierto, más antiguo que el tiempo y que los hombres. Tu lenguaje es universal, como el viento y las estrellas.

No recordaré El Cairo ni por las pirámides ni por La Esfinge. Será inmortal en mi memoria, más allá de la muerte, por los geranios.

 (El Cairo, Egipto)


(De "Luna de Burdel")