Te escribo ahora
desde la poesía de la muerte
las puertas que fueron
abiertas
serán cerradas
para dar cobijo al olvido
irrenunciable.
Un corazón abierto en llamas
aguardó
la consumación del
fuego por el fuego
sin embargo
no hay mucho
de que arrepentirse
Pero de lo que sea obligatorio
Me confesaré.
Compungida.
Ante un sacerdote inalcanzable
que me salvará de la
condena eterna
si Dios quiere
si Dios no quiere,
que me salven mis hijos
que usaré como cadena para no caer en llamas
al infierno que más temo
el infierno de tu olvido
Confesarte y olvidarte será lo mismo.
Una gran cruz caerá desde tu pecho
para que yo trepe
y muera en ese calvario
de tu cuerpo.
Sólo lamento tanto esfuerzo
para tan poco pecado.
Lamento lo soñado
Las noches en vela en que no llamaste
La cuidad húmeda
que late en vano
los gemidos que ahogaste en la espera interminable
Grita
Con poemas que no escribiste
Grita
Que me vaya pronto
Si he de irme
Porque nunca he estado
Grita
En silencio imperturbable
Tu mundo perfecto no necesita redención
Mi mundo imperfecto
exige mi retorno
tras las puertas
que cerraré
por dentro
para que nunca
Ya
nunca
escriba poemas impropios.
Desde la muerte clamo en silencio
porque ha muerto
contigo
la poesía de los versos dulces
del amor ardiente
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