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domingo, 27 de enero de 2019

Decálogo de Miedo

Portada de Luna de Burdel.
Fotografía María José Puig
Diseño Vanessa Ojeda

Buenos Aires me gusta mucho. Pero me da miedo. Se ha ido poniendo oscuro y maloliente, y los pasamanos y las perillas y los adornos de bronce de las hermosas puertas de hierro forjado, ya no brillan como lo hacían hace no tanto tiempo. Pero, estos años han sido años de miedo. Y el temor que corre en las venas, ha ido opacando todo lo que alguna vez iluminó esta magnífica ciudad del Atlántico Sur que es la capital de nuestra gran nación Argentina.

Siendo joven vine alguna vez y todo era muy distinto. La vida bullía como hormigas inquietas en las avenidas, los restaurantes, los teatros y hasta en las librerías.

Filippa le han puesto a la bebé, porque a mi hija se le ocurrió casarse con un descendiente de emigrantes italianos ¡Y qué culpa tiene la criatura! En la pampa ese es un nombre de varón, y se dice Felipe. Pero a mi niña, a mi única hija, se le puso venirse a la capital y vivir la vida que a ella le gusta. Con los amigos que a ella le interesan y los nombres que se le antojen. Por lo menos los italianos cantan bonito y comen pastas. La pasta está bien. Y sonríen mucho y cuando se acercan a la cuna dicen “belleza” , arrastrando las eles mientras hacen aspavientos con las manos como si hubieran bajado del barco que los trajo de Italia hace unas horas y no hace unos decenios. ¡Pero ese nombre! ¿Por qué no ponerle algo normal, algo verdaderamente argentino? Ana María, como mi madre. María Laura, María Cristina, María Eugenia o María Florencia, como mis hermanas. María Carmen, como mi vecina. María Alejandra, como mi suegra. María Fernanda como yo. O algo así. Filippa. Mi única nieta se llama Filippa, ¿Cómo explico eso en la pampa?

Cuando me marcho, todo sigue igual en Buenos Aires.

Ahí están los últimos resplandores de su vocación europea, su obelisco tan solo, y su Casa Rosada, efectivamente rosada. Y mi nieta que se llama Filippa.

(Del libro de relatos Luna de Burdel, de Ana Durruty, 2019)

Luna de Burdel es ganador del Premio Literario Víctor Domingo Silva 2018 de la Municipalidad de Ovalle y será presentado en el marco de la Feria del Libro de Ovalle, el 24 de febrero de 2019 a las 19:00 hrs. Invitación abierta al público.


domingo, 13 de enero de 2019

Todo es posible



Foto: Ana Victoria Durruty


Cualquier día de estos, muy temprano en la mañana, esperas que, como lo ha anunciado el pronóstico del tiempo, esté nublado. Abres las cortinas de tu dormitorio y te asalta un día luminoso. Entonces te dices que requieres abandonar los sueños, que es hora de abrir los ojos, salir de la cama tibia y mirar por la ventana en esta mañana de invierno. Observas por apenas unos segundos cómo el vaho de tu respiración escapa por la boca entreabierta y empaña tristemente el vidrio. Descubres una vez más que ya no duermes, si no que estás despierto. Lo peor de la realidad es que tiende a encontrar explicaciones donde probablemente no las hay. Es difícil encontrar lo perdido si no sabes que lo perdiste. Tal vez alguna vez tuviste confianza en ti mismo. Sólo tal vez. Quizás naciste así y con lo heredado no hay nada que hacer. La batalla está perdida antes de enarbolar las banderas. Es mejor guardar la ropa que escogiste anoche para salir a la calle en un día lluvioso y elegir un nuevo pantalón, la camisa puede ser la misma, quizás, una nueva chaqueta y, sin duda, los zapatos. Quizás hoy deberías responder tus emails.

Quizás este mediodía deberías almorzar con esa amiga que no ves hace tanto tiempo. Quizás sea la ocasión que necesitabas para ir a ver a tu abuela enferma. Pero, lo más probable es que no deberías pensar ninguna de estas estupideces y atenerte a la posibilidad de que hoy efectivamente sea un día nublado y lluvioso. Hay un sospechoso silencio en la casa para un día de semana laboral. Sentado solo en la mesa de la cocina sabes que hay una variable que no estás controlando. ¿Es demasiado tarde o demasiado temprano? Esa manía de no usar reloj de pulsera, ni qué decir de no haber cambiado las pilas del reloj que cuelga arriba del refrigerador. Antes de cruzar el umbral de la puerta miras con desconfianza la brillante punta de tus zapatos finos. El espejo enmarca de prolijo brillo metálico tu rostro somnoliento. Estas ojeras me sientan mal. Quizás cuántos años llevo hoy día sobre los hombros. En ese preciso instante sabes que no hubo error en el anuncio del clima. Sabes, simultáneamente, que, ¡maldita sea!, el reloj de la historia acaba de sufrir un error infinitesimal y el tic-tac te transportó a un tiempo impreciso, en que ya no tendrá sentido alguno responder tus emails, ni llamar a tu amiga, ni menos visitar a tu abuela. Ahora, debes preocuparte por cosas más pedestres. Por qué no hay ruido en tu casa, si sigues trabajando en la misma oficina, si tu ropa no luce definitivamente añeja, si alguien ha pagado tu seguro de vida. En fin, determinar con la mayor precisión posible, dadas las circunstancias, si eres la misma persona que ayer, sólo que más vieja y si sigues vivo esta mañana de verano tórrido.

(De "Cínica", 2014)