Los más bellos geranios los vi en El Cairo. Una mancha roja como sangre de bandera se desparramaba por la ladera de la terraza, compacta y vibrante.
Te vi Omar y me estremecí. Me
golpeó tu candidez de sufrimientos milenarios, acumulados en tu tez morena. Toda la historia de la
miseria colgaba sobre su cuerpo delgado y vacilante. Supe en ese instante que
la compasión que me inspirabas, era incompatible con la dignidad que te
mantenía de pie.
La arena de Ghiza se recogía bajo
tus pasos, y el espectáculo de sonidos y luces preparado para los turistas te
resultaba completamente indiferente. Tu idioma no es el árabe ni el de los
jeroglíficos, porque es el del Nilo abriéndose paso en el desierto, más antiguo
que el tiempo y que los hombres. Tu lenguaje es universal, como el viento y las
estrellas.
No recordaré El Cairo ni por las
pirámides ni por La Esfinge. Será inmortal en mi memoria, más allá de la
muerte, por los geranios.
(De "Luna de Burdel")
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