"'¡Qué hermosura! ¡Qué armonía!' sentía que gritaba su espíritu liberado por las fuerzas de la naturaleza, aunque estuviera presa momentáneamente en esa habitación junto a él. Supo que lo cerros se regocijaban de la humedad, los bulbos iban a florecer apenas unos meses más tarde, que este año los quiscos brotarían en carnosas flores rojas y blancas y los chaguales amarillarían, en una fiesta de la primavera, aromática y bullente de insectos polarizadores, velludos y adormilados por el calor".
Esta escena transcurre en Combarbalá, una ciudad cordillerana y mineral del norte de Chile. Es la voz de Dominga del Rosario, undécima de las doce mujeres protagonistas de la saga femenina de la novela "El sueño de la leona".
Una invitación sorpresiva recibida hace algunos meses atrás me ha llevado a reflexionar profundamente sobre las conexiones ancestrales en mi obra literaria.
Conexión con la tierra. No con cualquier pedazo de tierra sino con esta montañosa y marrón que se arrima al cielo tan azul y tan límpido que encandila en Los Andes sudamericanos.
A medida que se acerca la fecha me he involucrado más en el tema. La semana pasada sostuve una reunión vía internet con los organizadores del Primer Conservatorio Internacional de Literatura Indigenista. Ellos en Perú y yo en Europa por estos días.
Conexión física entre esta tierra y este cielo, como un ancla humana.Como el poste que se hunde en la greda para sostener el enorme techo. Porque por la sangre somos ese palo de madera centenaria, siempre vieja y siempre nueva, de esta América adolorida.
Por lo pronto he vuelto sobre los pasos del escritor peruano José María Arguedas, en torno a cuya figura se centrarán los debates y la participación de escritores provenientes de México, Chile, Ecuador, Bolivia y por supuesto, Perú, en este Conservatorio Internacional.
Somos ese pedazo de madera y humanidad que se yergue sobre las montañas, llanuras, nieves, desiertos y selvas frías o calientes, con ansias de tantas cosas que a veces no somos capaces siquiera de dimensionar.
Y no hablo solo por hablar, hablo desde la sangre ancestral que también recorre mis venas. Ahí está ese test genético que revela el porcentaje de herencia de pueblos mesoamericanos.
Conexión ancestral que no puede sino expresarse en mi literatura, de manera primero intuitiva y, ahora, cada vez más consciente. Una pasión por esta tierra común que encuentra su cauce en tantas páginas de mi obra, y con especial intensidad en "El sueño de la leona".
El encuentro internacional se realizará en Huancayo, Perú, las días 14, 15 y 16 de noviembre de este año.
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