Así como sin querer, estaba sentada con un sombrero de ala ancha rojo encendido y las piernas cruzadas sobre un pisito de madera tapizado con cuero de cabras montañesas.
Primero se sacó las zapatillas y las dejó al costado. Eran de color indefinido y trascendían a caminata no de días sino de meses. Los calcetines no lo hacían mal y al sacárselos arrastraron algunas bandas de gasa manchadas con sangre ennegrecida.
Nunca levantó los ojos así que no supe nada sobre su mirada, ni sus penas ni sus alegrías.
Protegidos por el ala del sombrero, los hombros se hundían en un cuerpo evidentemente arrasado por la fatiga.
Todo lo demás era ambiguo y misterioso y quedaba plasmado de un solo aire, que llegaba hasta el paladar con sabores de tierra y ajo e irritaba los ojos por la acidez del hedor.
Parecía un viajero en el tiempo, que se había detenido para darle espacio a su humanidad sin edad.
No sé si fueron muchos o pocos los minutos que estuve contemplándola.
Cuando se levantó, miró alrededor por unos breves instantes como buscando ratificar su ubicación, y sin prisa avanzó hacia la puerta que se abría sobre la plaza empedrada de Santiago de Compostela.
Por un instante vaciló, pero continuó su senda más allá del umbral con un leve rengueo, más de cansancio que de dolor o enfermedad. Nunca miró hacia atrás, ni siquiera en dirección a algún costado, aún cuando un ciclista acelerado pasó casi rozando sus pies descalzos. Ella no se sobresaltó y prosiguió su caminata, aparentemente sin inmutarse. Sus ojos seguían siendo ajenos e inescrutables para mí.
Fue entonces que comencé a seguir sus pasos. Había capturado mi atención por completo. Necesitaba saber quién era. Quería hacerle mil preguntas. Para ella yo no existía y, en sentido contrario, ella era todo para mí en ese momento. Se alejó mientras subía las anchas escaleras de la catedral con insospechada energía.
El vuelo rasante de una paloma me distrajo por una fracción de segundo y cuando la busqué con la mirada, solo quedaba delante mío el último velo de su sombra estampado fugazmente en la doble hoja del portal sagrado.
Apuré el paso, con un presentimiento de pérdida. La puerta se cerró con un dulce quejido a mis espaldas y mi temor aumentó al comprobar que allí solamente abundaba la bruma del incienso.
Primero la busqué con las pupilas un poco dilatadas por la oscuridad, apenas amortiguada por la luz cenital que daba al aire una pátina dorada. Luego caminé avanzando por el centro de la nave, más y más rápido. Cada tanto giraba sobre mis talones para asegurarme que no estuviera a mis espaldas.
Se había esfumado.
Me quedé contemplando el retablo. Luego me hinqué en un reclinatorio y me quedé allí hasta que las rodillas me avisaron que llevaba demasiado tiempo en la misma incómoda posición. Las campanas anunciaron la proximidad de la Misa del Peregrino. Cuando levanté nuevamente los ojos, una suave lágrima corrió por mi mejilla en busca de consuelo.
Consuelo divino. Porque humano ya hace muchos años había perdido la esperanza de tenerlo.
Mientras me reencontraba conmigo misma, comprendí que jamás conocería los secretos de sus ojos. Y que de alguna manera misteriosa ella era el camino.
Santiago de Chile, mayo 20 de 2022
Me gusta como describes todo… estimulas todos los sentidos!… gracias por este hermoso cuento
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegra mucho que te guste mi cuento de #HistoriasdelCamino
EliminarQue viajera tan curiosa que ha descuidado sus pies caminando tanto … lindo cuento
ResponderEliminarMuy atrapante el relato, excelente cuento. Te felicito
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Me alegra que te haya gustado.
EliminarComo todo lo que escribe Ana Victoria, hermoso. Una invitación a seguir un camino
ResponderEliminarMuchas gracias Lorena. Me hace muy feliz tu comentario
EliminarMuy bonito, para adelante siempre para adelante 👏🏻👏🏻
ResponderEliminarMuchísimas gracias. Un abrazo. Y para adelante.
EliminarMaravilloso, gracias por compartirlo!
ResponderEliminarMuchas gracias. Siempre digo que escribo para que mis cuentos sean leídos. Eso me alegra mucho.
EliminarMuy bueno. Que agradable es leer lo que escribes👍
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegra mucho que te guste
EliminarMuchas gracias por compartírmelo. El relato es sorpresivamente breve, agradable su redacción y me transportó.
ResponderEliminarGracias por el regalito para mí espiritu hoy.
¿Puedo compartirlo con mis cercanos?
Muchísimas gracias. Realmente valoro mucho tu comentario. Y por supuesto puedes compartir. También te lo agradezco.
EliminarMe encantó. Con pocas palabras describe mucho. Gracias por este regalo
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Lo agradezco mucho.
EliminarQué hermoso regalo, Ana Victoria. Nos traes el regalo de la fe, en un envoltorio literario digno de preservarlo, hoy 21 de mayo. Gracias, Ana Victoria.
ResponderEliminarMuchas gracias. Valoro mucho tu comentario y me alegro que te guste este cuento.
EliminarMe quedé con gusto a poco...breve pero muy bien lo escrito y descrito...se va provocando un entusiasmo " en el Camino"...atte Rodrigo
ResponderEliminarMuchas gracias Rodrigo. Me alegro que te guste. Ahora estoy terminando una nueva novela... Eso será más largo.
EliminarMaravilloso relato que atrae desde el inicio y te remueve el alma dejando al final un sentimiento tan puro e inspirador
ResponderEliminarSin duda ese lugar te toca el alma y tuve la suerte de conocerlo también
Gracias,te felicito
Muchísimas gracias por tan bello comentario. Me alegra mucho que lo percibieras con tanta profundidad.
EliminarHola Anita, excelente este significativo mensaje y donde me encanto el siguiente párrafo: parecía un viajero en el tiempo que se había detenido para darle espacio a su humanidad sin edad.
ResponderEliminarGracias por este regalo
Un abrazo!
Muchas gracias por este hermoso comentario. A mi también me gusta mucho ese párrafo. Un abrazo
EliminarBello!! En un par de segundos leyendo, mi imaginación ya estaba en el cuento. Felicidades.
ResponderEliminarMuchas gracias. Me alegra mucho que te haya gustado. Me animo mucho a escribir mas.
EliminarExcelente relato , me hizo transportarme al lugar y me conecte inmediatamente .
ResponderEliminarFelicitaciones Anita
Muchas gracias. Me alegra mucho tu comentario. Muchos cariños
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