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martes, 28 de noviembre de 2023

Canto Diaguita




1

Cuando el agua brinca de piedra en piedra por las quebradas que llegan desde las altas montañas de los Andes eternos, los hombres que hablan el idioma de la tierra se preparan para la estación de las flores, la recolección de frutos de plantas y la caza.

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2

No todos los años las lluvias del invierno permiten tener una primavera de frutos y cerros cubiertos del color de los pétalos de innumerables flores.

Muchos años las lluvias escasean y el frío de las noches del semidesierto del sur de América no será seguido por una primavera florida. 

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3

Los Diaguitas han aprendido a convivir con esta naturaleza impredecible y se instalan con sus chozas cerca de las pocas fuentes de agua que no desaparecen en las épocas de sequía. 

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4


Refugiados en las quebradas que les proveen agua y los protegen del viento y el sol forman comunidades dedicadas a sembrar papas, zapallos y maíz. 

También elaboran flechas para cazar los animales que les proporciona la naturaleza: pájaros silvestres, huidizos zorros y veloces liebres. 

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5

En medio de ese entorno armonioso, bajo un cielo azul brillante, los diaguitas se dedican a hacer las más bellas piezas de alfarería de todo el territorio que se extiende entre el desierto de Atacama y los hielos antárticos, entre las alturas de Los Andes y el gran océano. Las tierra que los incas llamaban Chili y con el paso del tiempo sería la República de Chile.

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6

Ajenos a los hechos que el futuro depara, un grupo de niños juegan cerca de sus madres que machacan maíz sobre las piedras de moler. Las mujeres parecen preocupadas. La ladera del cerro donde sacan la tierra roja, suave y moldeable para hacer sus cantaros, jarros pato, fuentes y flautas se ha agotado y necesitan encontrar un nuevo lugar.

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7

El cacique Ulpar encargó a varias personas conocedores del Valle del Limarí recorrer las tierras, los valles, quebradas y cerros hasta encontrar la mejor greda para hacer su bella alfarería.

—¡Vayan, busquen y encuentren, por todo nuestro valle, aquella greda mágica que preservará nuestra tradición ancestral! —proclamó de pie junto al gran altar de la quebrada de Chalinga.

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8

Un rastreador se marchó a los territorios de la costa, donde el gran río Limarí se abraza con el infinito mar. Buscó en las laderas de Talinay pero la sal del océano endurecía la tierra muy rápido.

Otro partió hacia las planicies intermedias de Tuquí donde confluyen las aguas, y encontró demasiadas piedrecillas mezclada con la tierra roja y gredosa.

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9

Un tercer enviado se encaramó hasta la cima del gran señor Tamaya, el cerro donde la neblina de la costa se une con el cielo. Allí el cobre afloraba por las laderas y no existía rastro de greda.

Al frente, en la lejanía, por las inclinadas laderas del cerro Punitaqui, solo encontraron restos de turquesas que llevaron de obsequio al cacique Ulpar.

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10

Pero no hallaron lo que necesitan, porque ellos conocían muy bien la textura de la tierra perfecta para hacer sus obras más delicadas, resistentes al uso y al paso del tiempo, cuyos secretos eran un preciado legado que se transmitía de generación en generación de madres a hijas desde el origen de la memoria Diaguita.

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11

Los Diaguitas no se rindieron y siguieron enviando buscadores a todos los rincones del gran valle del Limarí. En la cordillera de Tulahuén descubrieron piedras de lapizlázuli con la que fabricaron bellas flechas azules como el cielo. 

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12

Un amanecer, un poco fresco por el rocío de la niebla de la mañana, el cacique Ulpar convocó a toda la comunidad.

—Nuestros ancestros me han visitado en sueños. He recibido un mandato del gran cacique Huamalata. Preparen sus cosas para un viaje.

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13

Por un instante, todos se asustaron mucho. Amaban su tierra, sus noches bajo las estrellas más bellas del mundo, el sonido del agua cayendo entre las piedras de la quebrada y la sombra benévola de la quebrada de Chalinga. ¡No deseaban marcharse de allí!

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14

Ulpar, prosiguió su relato:

—Encontraremos nuestro tesoro de tierra virgen para hacer nuestra cerámica, si la buscamos juntos, en comunidad, adultos y niños, mujeres y hombres, ancianos y jóvenes. Nuestra fortaleza está en nuestra unidad.

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15

Y así fue cómo este pueblo diaguita del Valle del Limarí arribó, después de varias jornadas de búsqueda conjunta, a las laderas de los cerros de Salada. Allí encontraron la mejor tierra roja jamás imaginada para hacer sus magníficas piezas de alfarería. Y aprendieron que unidos, era más fácil enfrentar cualquier desafío al que la vida y la naturaleza los enfrentara.

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Dedicado a mi querido amigo Gilberto Villarroel y a los niños del Valle del Limarí.


Este cuento fue leído por primera vez a los niños de la Escuela de La Chimba, Ovalle, Valle del Limarí, Chile en octubre de 2023, gracias al entusiasmo de la educadora Sandra Leyton y del director de la Escuela Hendrik Rivera.


En este relato se rescatan toponímicos que son trazas de la lengua originaria de los Diaguitas, el kakán.







domingo, 5 de noviembre de 2023

Rebecca‘s Story


Oxford

He felt her foot in his back. First he thought she was being naugthy, but then she started to hit him so hard. Too hard.

—Stop, Rebeca, please —said Duncan.

After a long second of silence, she stopped moving.

—I am not Rebecca —she said.

He hears her steps slowly going downstairs.

The mirror reflects his tired blue eyes. He can’t remember what exactly happened the night before, but it wasn’t something good.

He walks to the window and looks outside and feels the silence and solitude.

The autumn morning is waking up and he is alone in the house. She is not here. But, who is she, if she wasn’t Rebecca…?

He turns to the small toilette, and he discovers other man in the mirror. Who is he?… he has brown eyes. He is not himself.

“This nightmare is too long” , —thought Duncan, still in front of the mirror.

The man with the brown eyes is looking at him. Because it is not a nightmare. It is his alter ego. The bad one. The ugly and disgusting man who visits him time to time.

Duncan listens to Rebeca’s steps at the entrance, and breathes deeply.

—Say what you want, but don’t say “thank you” —Duncan hears Rebecca’s voice in his back.

—I wasn’t thinking to do that —answered the man.

The woman didn’t say a single word, but she thought: “What was he thinking, then?”.

Duncan mind went to another place, the place of the sins, the mysteries and the secrets.

Duncan saw the deception in her face. He felt miserable, but it was too late.

The sound of the door let him know that from that moment, he was alone with his fears and, worst, with the other man.


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Este cuento está dedicado a la profesora y escritora premiada, Rebecca Abrams, con quien tomé el curso “The drafts of story-telling“, en octubre de 2023 en la Universidad de Oxford, Inglaterra.



jueves, 12 de octubre de 2023

Santos Pecadores


Plaza de Armas de Ovalle

Una amena charla sobre mi obra, Ovalle, la tierra natal, lo humano y lo divino... porque todos somos pecadores, confesamos pecados en el podcast de mi amigo y periodista Sergio Aguilera.

Este es el link para enterarse muchas cosas relativas al proceso creativo y mi vida como escritora, mis viajes y muchas cosas adicionales, que transmitimos desde Ovalle en octubre de 2023:
:

SANTOS PECADORES EPISODIO 57open.spotify.com

viernes, 29 de septiembre de 2023

Entrevista: ¿Leer o Escribir? Esa es la Pregunta




En esta entrevista, la mexicana Magda Flores, dirige la conversación de manera ágil para profundizar sobre diferentes aspectos del proceso creativo. 

La publicación fue hecha en su Podcast "Jungla Urbana", que apunta a contribuir al bienestar de las comunidades en la sociedad actual.

Estoy muy feliz con esta entrevista, porque Magda me hizo tan buenas preguntas que me hizo hablar de cosas impensables… 

La foto es del momento en que me hizo la entrevista mientras yo estaba escribiendo en junio de 2023 en Le Boulou, Francia, mi última novela

Aquí en LinkedInd: 

https://www.linkedin.com/posts/ana-victoria-durruty-a9154714_urban-jungle-jungla-urbana-activity-7110255733987778562-pCSC?utm_source=share&utm_medium=member_ios  

O aquí, directo en Spotify:

Urban Jungle - Jungla Urbanaopen.spotify.com

jueves, 3 de agosto de 2023

Sobre mis Relatos Breves




       PRESENTACIÓN"ANTIPÓDICA"

      Rogelio Sánchez Molero

       CÁMARA HISPANO CHILENA 

        AULA “MANUEL ARRIBAS REDONDO”


                         30 de junio de 2023


APRENDÍ A LEER. ENTONCES COMPRENDÍ QUE EL MUNDO NO TIENE FRONTERAS NI SECRETOS PARA (Idea, sin pulir para empezar una gran novela).


Aunque luego tuve que soportar la reprimenda de Alejandro Jodorowsky cuando dice que “la palabra que describe el mundo no es el mundo”.


Ana Victoria Durruty nos convoca hoy, en esta Cámara Hispano-Chilena, para presentar en “Antipódica”, una puerta abierta al mundo desde su mundo. Una mirada con los ojos de esta chilena, desde los días oscuros de la pandemia y el confinamiento. Una colección de relatos, cuentos o reflexiones breves.


Lo primero que me llamó la atención del libro fue, precisamente, su título: ANTIPÓDICA.


Bien podría sonar, en estos tiempos de Google, de redes sociales y de relaciones virtuales, a una pócima secreta; o a una secta aún más secreta. Pero no. Esta colección de relatos. Esta gavilla de vivencias. Este manojo de cuentos, se agrupan bajo un enigmático título ofrecido por una palabra que nuestro diccionario desterró de sus páginas pero que las ocupaba hasta no hace mucho.

El Diccionario histórico de la lengua española (1960-1996), definía

Antipódica: perteneciente o relativo a los antípodas o a las antípodas.


Y de esto trata la obra de Ana Durruty. De enseñarnos el mundo visto desde el punto de vista de una mujer nacida y criada en Ovalle, en la provincia del Limarí, en Chile, a más de 10.500 kilómetros de distancia. Por eso, comenzaba yo diciéndoles que leer me ha borrado las fronteras del mundo. Me ha mostrados sutilmente las tierras chilenas. Casi en nuestros antípodas, geográficamente hablando.


Pero esto es solo nominalmente. Porque después de leer Antipódica, uno siente, ustedes lo sentirán, que lo que allí está escrito no dejan de ser vivencias, sentimientos, percepciones que todos hemos tenido en estos recientes tiempos pasados de la pandemia. No se coloca Durruty en las antípodas de nuestra manera de vivir o de sentir, a pesar de la inicial distancia espacial.


Y enlaza esta aparente distancia geográfica, con una idea que tuvo su predicamento hacia mediados del siglo XX: Chile, recogida tras la sombra imponente de los Andes, no desarrolló una Literatura con carácter propio, autóctono. Antes bien, dejaba traslucir influencias de los autores europeos. A pesar de su “aislamiento” geográfico siempre estuvo en contacto con las corrientes cosmopolitas del arte. Mantenía esto el escritor y periodista chileno Armando Donoso, allá por 1943. Y lo hacía partiendo de una aseveración que, quizá todos, podemos suscribir: La cultura no se improvisa. Es fruto de la observación, de la adaptación, de las vivencias y de haber bebido en muchas, muchas fuentes.


Pero eso, afortunadamente, ha cambiado en los últimos 80 años. Chile ha manifestado en estos tiempos una madurez que permite hablar de Literatura Chilena, con nombre propio y con propio estilo.


¿Quién no conoce la obra Jorge Edwards, José Donoso, Alejandro Bolaño o Isabel Allende? Y, sobre todo en Poesía, ¿quién no ha leído los versos de Nicanor Parra y los de sus dos premios Nobel: Gabriela Mistral y Pablo Neruda?


Chile tiene ya su Literatura. Esa a la que pertenece Ana Durruty y su “Antipódica”.


Les decía que no sabría decir, o me daría igual decir, si son relatos o cuentos los que nos ofrece la obra. Observarán que uso los vocablos “cuento” o “relato” de forma indistinta. Y lo hago conscientemente. Porque creo que ya ha llegado el momento de superar el debate acerca de lo que sean uno u otro. Porque si nos encorsetamos en categorías, en definiciones, en pesos y medidas, acabaremos ahogados y sin saber qué decir.


“Antipódica” es un claro ejemplo de lo que quiero decir.


Se trata, más allá de discusiones teóricas o académicas, de poner la pluma a merced de la imaginación. Urdir historias de tal manera que uno no sepa hasta dónde llega lo real y dónde empieza lo fabulado. Que todo lo escrito forme parte del arte de narrar.


Ana Durruty continua en su “Antipódica” la tradición de grandes narradores. Recoge los cabos y despliega velas para navegar los mares que han surcado tanto autores del lado de acá: Ana María Matute o Ignacio Aldecoa; como de sus antecesores en Chile: Baldomero Lillo, Eduardo Barrios o Marta Brunet.


En unas pocas líneas Ana Durruty consigue captar y mantener nuestra atención. Lo cual es una ventaja en este tiempo que vivimos: tiempo de prisas y breves pausas, donde los mensajes cortos nos inundan; donde cientos de impulsos nos distraen. En este tiempo en que leer una novela de hondura puede suponer una auténtica gesta, estas pequeñas historias son como pequeñas islas literarias, que nos atraen por su belleza sencilla. Permítanme, a modo de ejemplo, que les lea el titulado “Plenilunio”:


En el amplio arco del cielo el Sol regala sus últimos destellos mientras detrás de las montañas lejanas asoma un delgado arco albo que anuncia plenilunio. Toda la escena parece cliché menos el dolor que atraviesa la mirada de la mujer sentada en la terraza. Una ráfaga de aire salobre acompaña al olor de las rosas que Victoria trajo cuando plantaron la viña con la ilusión de disfrutar sus mostos juntos en la vejez.


A través de los lugares y personajes que aparecen en sus cuentos, Ana Durruty va dejando muestras de esto que les vengo diciendo. Porque en “Antipódica” podremos hallar vocablos casi olvidados de nuestro rico idioma como topiaria (el arte de podar árboles y jardines de forma artística); o americanismos que para los peninsulares sonarán extraños como bajativo (que es esa copa de licor que se toma después de las comidas) o remezón (terremoto ligero o sacudimiento breve de la tierra).


Pero encontraremos también frases que nos harán pensar; o citas casi lapidarias, al menos para quienes nos ocupamos en este oficio de la Literatura:


  • “Un escritor no puede temer a los signos de puntuación”. Pero en el cuento “Comas asesinas”, Gabriel Anss, acabó angustiándose frente a sus propios escritos: las comas son mortales…
  • “Pintar y escribir no son lo mismo pero tienen la misma raíz de la locura”, escribe Ana Victoria en “Yo, Claudia”.
  • O la reflexión de quien ha viajado por el mundo y acaba concluyendo que: “Ya nadie me conoce en ninguna parte”, en el relato “Desconocida”.

Los cuentos que nos propone Ana Victoria son un reflejo de la vida misma, sobre todo, en esos momentos de pandemia, tan crueles, tan angustiosos para muchos. Pues, lo que no sirve para un cuento, no nos sirve para la vida. Los temas que trata son la vida misma.


Así, leyendo el relato “El coro de las almas” se nos encoge el corazón siguiendo la historia de la joven ginecóloga, Cornelia; su vocación era traer vidas al mundo, no entubarlas para que respiraran unos días más en un intento desesperado por vencer a un virus; y al final ella misma acaba sucumbiendo al fatal coronavirus.


Caben también los recuerdos. Así el relato “Puras” donde dos chilenas, madre e hija, recorren las tierras de Burgos que vieron nacer a la abuela, y lo hacen en un coche color pistacho al que acaban bautizando con el nombre del abuelo Román.


Aparece en el libro el amor virtual; en cuento el que titula “Similar” donde Delia acaba añorando más su soledad cuando conoce, en el mundo real, a Edward, el personaje virtual que le había enamorado por internet; o en “Yo no soy esa” en el que Francisco cree hallar en un chat a quien le diera el primer beso hace tantos años.


Los celos en el titulado “Cielo Bonito” donde es el “nosotros” de quien la protagonista se encela.


La magia, en el titulado “Nariz” donde un curioso personaje acabe volando hacia el interior de El Jardín de las Delicias de El Bosco, en el Museo del Prado…


La lectura de estos cuentos, o relatos o vivencias, nos permiten adentrarnos en el imaginario de esta escritora chilena que las ha transcrito dando rienda suelta a esa poderosa pulsión de los seres humanos que es la de contar historias.


Yo les invito esta tarde a que tomen el libro en sus manos. A que paseen por sus páginas y se deleiten con cada una de las historias que Ana Durruty nos propone. No se arrepentirán.


Presentación en Madrid


Este es el texto con que el escritor español  Rogelio Sánchez Molero presentó "Antipódica" en la actividad con que se inauguró este espacio para la cultura en la Cámara Hispano Chilena de Cultura de Madrid, España junto a Amely Duvauchelle, poeta y vocal de cultura de la Cámara, gracias a la invitación de Ramón Sánchez y a la acogida del presidente de la misma institución, Danilo Aravena.

Más detalles de la actividad en el siguiente link en LinkedIn:


martes, 6 de junio de 2023

Cuentos de Antipódica liberados


                                                                        

                                                                                                            English version


IMAGINARIA

Una mujer imaginaria, en un territorio imaginario de Ultramar, observa sus uñas rojas posarse en un computador personal imaginario. Cada tecla es una vértebra en el relieve de la espalda de su amante imaginario, autor de un ensayo que explora la autoconciencia de su yo imaginario, y que solo es un personaje de una escritora sudaca que crea un relato de destino improbable en la enciclopedia universal imaginada por Alejandro Magno en Egipto y que desaparece de la historia en el preciso momento que se quema la Biblioteca de Alejandría.

No hay autor. No hay ensayo. No hay escritora. No hay microcuento. Hay una calle vacía en Manzanares el Real muy parecida a la de un villorrio chileno. Ambos pueblos se rozan eróticamente en un vértice espacio temporal mientras el Universo no cesa de expandirse hasta que nada ni nadie recuerde ni a Alejandro, su plato de lentejas y su biblioteca bajo las llamas del olvido imaginario.

La sacerdotisa dueña de magia ancestral necesaria para la cópula de los territorios separados por diez mil quinientos diecisiete kilómetros cabecea tironeada por el cansancio y el sueño. Entonces esa mujer imaginaria deja de teclear durante unos breves segundos que nada importan en el planeta imaginario, pero el hombre recostado en la poltrona de su terraza imaginaria despierta sobresaltado de una pesadilla de mil puertas en ninguna de las cuales encuentra a la mujer de sus sueños. La lluvia cae dulce después de la tormenta sobre la Sierra de Madrid. Cuando el hombre imaginario intenta volver a conciliar el sueño, la chilena vuelve a posar sus dedos de uñas largas sobre las letras. Él siente el ritmo de su caricia y cae rendido. La Tierra continúa su viaje por el espacio a la astronómica velocidad de dos millones de kilómetros por hora arrastrada por su destino ineludible.


NARIZ

                                        

El abrigo de cachemira rosa atraía todas las miradas a la entrada del Museo, pero él no actuaba como si fuera el objeto de tanta admiración, curiosidad o simple atracción visual en ese entorno gris y ligeramente oscuro.

Delgado de delgadez a poco de ser enfermiza, los huesos marcaban de modo magnífico la estructura del hermoso tapado que lo cubría desde el cuello hasta los pies dejando ver apenas la punta de las botas de cuero negro y tacón cuadrado.

Tenía un gesto en la boca que revelaba la búsqueda que hacía también con la mirada rebotando por los grupos de personas que comenzaban a copar el espacio del hall de acceso del majestuoso edificio. La luz de la mañana apenas lograba penetrar los enormes arcos antes de perderse en salones solemnes llenos de tanta historia que, si ésta tuviera peso, se hundirían hasta el centro líquido de la Tierra.

Su piel era tan pálida que capturaba el reflejo rosa del abrigo y lo hacía aún más atractivo para los curiosos que lo observaban con disimulo o descaradamente. La total prescindencia del hombre del abrigo rosa alimentó la osadía de los turistas y locales que esa mañana de marzo habían llegado hasta el centro de la ciudad para visitar el famoso edificio y conocer sus valiosas colecciones.

El hombre joven no se percató de la creciente cercanía de las personas vestidas de gris, negro o gris marengo.               

En medio del arremolinamiento, el abrigo rosa palpitaba como el gran pistilo de una flor carnívora de pálidos pétalos temblorosos. Grisáceos y frágiles pétalos humanos.

El silencio se había hecho poderoso en el salón.

Repentinamente un rayo luminoso rompió el ángulo de una ventana que miraba al oriente y atravesó también en completo silencio el salón de acceso  hasta iluminar el rostro del hombre del abrigo rosa.

La flor dejó de palpitar y un suspiro retenido sonó más fuerte de lo que era posible imaginar.

El promontorio de la nariz ocupaba la mayor superficie de la cara y su sola visión hizo retroceder raudos a los indeseados espectadores. Sorprendidos ante este nuevo elemento del espectáculo comenzaron a cuchichear entre ellos. Conocidos y desconocidos sintieron que tenían algún tipo de licencia para hacer de las facciones del joven de rosa un motivo de juicio o análisis.

Aburrido sobremanera, el centro del espectáculo, abrió los brazos y al extender el magnifico tapado se elevó sobre las cabezas homínidas, revoloteó apenas unos segundos y enrumbó hacia El Jardín de las Delicias donde encontró su ubicación perfecta en la famosa obra de El Bosco. 


POR UNA CABEZA

A los quince años me pasó por una cabeza. Antes de trescientos sesenta y cinco días era obvio que me sacaría dos cabezas de ventajas. Y no es que yo fuera un ser humano extremadamente bajo. Tengo una altura bastante promedio, no solo para estándares de mi país, sino que me atrevería a aventurar que a nivel global.

De hecho en muchos ambientes yo era la persona más alta del lugar. 

Aunque finalmente paró de crecer, fue necesario comprar una cama extralarga y modificar la altura de muchos muebles en la cocina y el baño, subir las lámparas para que no se golpeara en la cabeza y requirió horas extras para buscar y, eventualmente, encontrar ropa o calzado adecuado a su talla.

Nunca me inquietó su inserción social, pues parecía siempre feliz y jamás tuvo una anotación negativa en la escuela ni expresó algún reclamo por sufrir bulling ni cualquier tipo de abuso o maltrato.

Me pareció tranquilizador cuando nos presentó a su pareja, una persona de lo más agradable de casi su misma altura. Una noche desvelada por cualquier otra cosa, me asaltó una duda: ¿Dónde había encontrado a su media naranja?

En la universidad todo continuó bastante normal. 

Para su vigésimo primer cumpleaños decidió hacer una celebración en la casa. Distraída en los preparativos solo me percaté de que algo no iba del todo bien cuando llegó el momento de cantar el Feliz Cumpleaños. Con la torta en ambas manos y en puntillas de pie, yo apenas podía sostener la bandeja a una altura apropiada para que quedara a la vista de todos los invitados.

Con mi retoño actuando en la práctica como escudo humano adquirí conciencia de que aquella era una verdadera comunidad de gigantes. Simultáneamente supe que conocía muy poco a mi hijo, que su mundo me resultaba completamente extraño y que los años de silencio solo ocultaban algo que ahora me producía una profunda inquietud.


UN PICAFLOR INQUIETANTE

Aún no era capaz de razonar cuando siendo una criatura comprendí la magia detrás de los picaflores. La velocidad del aleteo, lo diminuto del cuerpo, los colores tornasolados y el apenas perceptible zumbido se me revelaron por mera ciencia infusa como un verdadero milagro de belleza aerodinámica de la naturaleza.

Largas tardes de primavera pasaron por mi vida mientras permanecía absorto contemplando a las pequeñas aves que llegaban a la galería de la casa de mi familia en la rivera sur del río Limarí. Justo antes de que la temperatura resultara poco agradable llegaban los últimos colibríes a decirme buenas noches mientras libaban el néctar de los hibiscos blancos.

Décadas más tarde cuando tuve que plantar el jardín de mi primera casa en las afueras de la ciudad, puse una amplia variedad de especies para atraer a los picaflores. Verbenas, lavandas, malvarrosas, madreselvas, begonias y geranios cubrían todo el frente del ventanal de mi habitación. Despertaba medio embriagado por los aromas al amanecer y me consolaba del tedio de la jornada laboral cada tarde contemplando a mis amigos plumíferos.

Un día en que el atardecer fue particularmente hermoso y la temperatura era perfecta, la realidad sufrió una leve alteración. Entonces, fue él quien comenzó a observarme a mi. Me tomó algunos minutos darme cuenta que las reglas del juego habían cambiado, pero pronto me adapté a la nueva situación. Él cambiaba de posición constantemente así que a veces parecía distraído. Pero no. Sólo estaba completando la imagen cerebral en la que yo era un ser caleidoscópico. Un feo animal atado a un silla detrás de un cristal de regular calidad. Un bípedo casi incoloro, con dientes que le impedían disfrutar de las delicias de las flores. Un torpe mamífero incapaz de volar. Dentro de su pequeño craneo el instinto de sobrevivencia lo tranquilizó pues este humano no representaba peligro alguno para su vida. Me miró directo a los ojos para leer mi propia mente y sintió la nausea de mis miedos y ansiedades. Cuando finalmente pude sostener su mirada leí con todas sus letras lo mucho me despreciaba. 


De "Antipódica". Estos cuentos fueron traducidos al inglés para la presentación realizada en la Embajada de Chile en Londres, el 30 de Mayo de 2023.


ENGLISH VERSION:https://anadurruty.blogspot.com/p/short-stories.html