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jueves, 3 de agosto de 2023

Sobre mis Relatos Breves




       PRESENTACIÓN"ANTIPÓDICA"

      Rogelio Sánchez Molero

       CÁMARA HISPANO CHILENA 

        AULA “MANUEL ARRIBAS REDONDO”


                         30 de junio de 2023


APRENDÍ A LEER. ENTONCES COMPRENDÍ QUE EL MUNDO NO TIENE FRONTERAS NI SECRETOS PARA (Idea, sin pulir para empezar una gran novela).


Aunque luego tuve que soportar la reprimenda de Alejandro Jodorowsky cuando dice que “la palabra que describe el mundo no es el mundo”.


Ana Victoria Durruty nos convoca hoy, en esta Cámara Hispano-Chilena, para presentar en “Antipódica”, una puerta abierta al mundo desde su mundo. Una mirada con los ojos de esta chilena, desde los días oscuros de la pandemia y el confinamiento. Una colección de relatos, cuentos o reflexiones breves.


Lo primero que me llamó la atención del libro fue, precisamente, su título: ANTIPÓDICA.


Bien podría sonar, en estos tiempos de Google, de redes sociales y de relaciones virtuales, a una pócima secreta; o a una secta aún más secreta. Pero no. Esta colección de relatos. Esta gavilla de vivencias. Este manojo de cuentos, se agrupan bajo un enigmático título ofrecido por una palabra que nuestro diccionario desterró de sus páginas pero que las ocupaba hasta no hace mucho.

El Diccionario histórico de la lengua española (1960-1996), definía

Antipódica: perteneciente o relativo a los antípodas o a las antípodas.


Y de esto trata la obra de Ana Durruty. De enseñarnos el mundo visto desde el punto de vista de una mujer nacida y criada en Ovalle, en la provincia del Limarí, en Chile, a más de 10.500 kilómetros de distancia. Por eso, comenzaba yo diciéndoles que leer me ha borrado las fronteras del mundo. Me ha mostrados sutilmente las tierras chilenas. Casi en nuestros antípodas, geográficamente hablando.


Pero esto es solo nominalmente. Porque después de leer Antipódica, uno siente, ustedes lo sentirán, que lo que allí está escrito no dejan de ser vivencias, sentimientos, percepciones que todos hemos tenido en estos recientes tiempos pasados de la pandemia. No se coloca Durruty en las antípodas de nuestra manera de vivir o de sentir, a pesar de la inicial distancia espacial.


Y enlaza esta aparente distancia geográfica, con una idea que tuvo su predicamento hacia mediados del siglo XX: Chile, recogida tras la sombra imponente de los Andes, no desarrolló una Literatura con carácter propio, autóctono. Antes bien, dejaba traslucir influencias de los autores europeos. A pesar de su “aislamiento” geográfico siempre estuvo en contacto con las corrientes cosmopolitas del arte. Mantenía esto el escritor y periodista chileno Armando Donoso, allá por 1943. Y lo hacía partiendo de una aseveración que, quizá todos, podemos suscribir: La cultura no se improvisa. Es fruto de la observación, de la adaptación, de las vivencias y de haber bebido en muchas, muchas fuentes.


Pero eso, afortunadamente, ha cambiado en los últimos 80 años. Chile ha manifestado en estos tiempos una madurez que permite hablar de Literatura Chilena, con nombre propio y con propio estilo.


¿Quién no conoce la obra Jorge Edwards, José Donoso, Alejandro Bolaño o Isabel Allende? Y, sobre todo en Poesía, ¿quién no ha leído los versos de Nicanor Parra y los de sus dos premios Nobel: Gabriela Mistral y Pablo Neruda?


Chile tiene ya su Literatura. Esa a la que pertenece Ana Durruty y su “Antipódica”.


Les decía que no sabría decir, o me daría igual decir, si son relatos o cuentos los que nos ofrece la obra. Observarán que uso los vocablos “cuento” o “relato” de forma indistinta. Y lo hago conscientemente. Porque creo que ya ha llegado el momento de superar el debate acerca de lo que sean uno u otro. Porque si nos encorsetamos en categorías, en definiciones, en pesos y medidas, acabaremos ahogados y sin saber qué decir.


“Antipódica” es un claro ejemplo de lo que quiero decir.


Se trata, más allá de discusiones teóricas o académicas, de poner la pluma a merced de la imaginación. Urdir historias de tal manera que uno no sepa hasta dónde llega lo real y dónde empieza lo fabulado. Que todo lo escrito forme parte del arte de narrar.


Ana Durruty continua en su “Antipódica” la tradición de grandes narradores. Recoge los cabos y despliega velas para navegar los mares que han surcado tanto autores del lado de acá: Ana María Matute o Ignacio Aldecoa; como de sus antecesores en Chile: Baldomero Lillo, Eduardo Barrios o Marta Brunet.


En unas pocas líneas Ana Durruty consigue captar y mantener nuestra atención. Lo cual es una ventaja en este tiempo que vivimos: tiempo de prisas y breves pausas, donde los mensajes cortos nos inundan; donde cientos de impulsos nos distraen. En este tiempo en que leer una novela de hondura puede suponer una auténtica gesta, estas pequeñas historias son como pequeñas islas literarias, que nos atraen por su belleza sencilla. Permítanme, a modo de ejemplo, que les lea el titulado “Plenilunio”:


En el amplio arco del cielo el Sol regala sus últimos destellos mientras detrás de las montañas lejanas asoma un delgado arco albo que anuncia plenilunio. Toda la escena parece cliché menos el dolor que atraviesa la mirada de la mujer sentada en la terraza. Una ráfaga de aire salobre acompaña al olor de las rosas que Victoria trajo cuando plantaron la viña con la ilusión de disfrutar sus mostos juntos en la vejez.


A través de los lugares y personajes que aparecen en sus cuentos, Ana Durruty va dejando muestras de esto que les vengo diciendo. Porque en “Antipódica” podremos hallar vocablos casi olvidados de nuestro rico idioma como topiaria (el arte de podar árboles y jardines de forma artística); o americanismos que para los peninsulares sonarán extraños como bajativo (que es esa copa de licor que se toma después de las comidas) o remezón (terremoto ligero o sacudimiento breve de la tierra).


Pero encontraremos también frases que nos harán pensar; o citas casi lapidarias, al menos para quienes nos ocupamos en este oficio de la Literatura:


  • “Un escritor no puede temer a los signos de puntuación”. Pero en el cuento “Comas asesinas”, Gabriel Anss, acabó angustiándose frente a sus propios escritos: las comas son mortales…
  • “Pintar y escribir no son lo mismo pero tienen la misma raíz de la locura”, escribe Ana Victoria en “Yo, Claudia”.
  • O la reflexión de quien ha viajado por el mundo y acaba concluyendo que: “Ya nadie me conoce en ninguna parte”, en el relato “Desconocida”.

Los cuentos que nos propone Ana Victoria son un reflejo de la vida misma, sobre todo, en esos momentos de pandemia, tan crueles, tan angustiosos para muchos. Pues, lo que no sirve para un cuento, no nos sirve para la vida. Los temas que trata son la vida misma.


Así, leyendo el relato “El coro de las almas” se nos encoge el corazón siguiendo la historia de la joven ginecóloga, Cornelia; su vocación era traer vidas al mundo, no entubarlas para que respiraran unos días más en un intento desesperado por vencer a un virus; y al final ella misma acaba sucumbiendo al fatal coronavirus.


Caben también los recuerdos. Así el relato “Puras” donde dos chilenas, madre e hija, recorren las tierras de Burgos que vieron nacer a la abuela, y lo hacen en un coche color pistacho al que acaban bautizando con el nombre del abuelo Román.


Aparece en el libro el amor virtual; en cuento el que titula “Similar” donde Delia acaba añorando más su soledad cuando conoce, en el mundo real, a Edward, el personaje virtual que le había enamorado por internet; o en “Yo no soy esa” en el que Francisco cree hallar en un chat a quien le diera el primer beso hace tantos años.


Los celos en el titulado “Cielo Bonito” donde es el “nosotros” de quien la protagonista se encela.


La magia, en el titulado “Nariz” donde un curioso personaje acabe volando hacia el interior de El Jardín de las Delicias de El Bosco, en el Museo del Prado…


La lectura de estos cuentos, o relatos o vivencias, nos permiten adentrarnos en el imaginario de esta escritora chilena que las ha transcrito dando rienda suelta a esa poderosa pulsión de los seres humanos que es la de contar historias.


Yo les invito esta tarde a que tomen el libro en sus manos. A que paseen por sus páginas y se deleiten con cada una de las historias que Ana Durruty nos propone. No se arrepentirán.


Presentación en Madrid


Este es el texto con que el escritor español  Rogelio Sánchez Molero presentó "Antipódica" en la actividad con que se inauguró este espacio para la cultura en la Cámara Hispano Chilena de Cultura de Madrid, España junto a Amely Duvauchelle, poeta y vocal de cultura de la Cámara, gracias a la invitación de Ramón Sánchez y a la acogida del presidente de la misma institución, Danilo Aravena.

Más detalles de la actividad en el siguiente link en LinkedIn:


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