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domingo, 13 de enero de 2019

Todo es posible



Foto: Ana Victoria Durruty


Cualquier día de estos, muy temprano en la mañana, esperas que, como lo ha anunciado el pronóstico del tiempo, esté nublado. Abres las cortinas de tu dormitorio y te asalta un día luminoso. Entonces te dices que requieres abandonar los sueños, que es hora de abrir los ojos, salir de la cama tibia y mirar por la ventana en esta mañana de invierno. Observas por apenas unos segundos cómo el vaho de tu respiración escapa por la boca entreabierta y empaña tristemente el vidrio. Descubres una vez más que ya no duermes, si no que estás despierto. Lo peor de la realidad es que tiende a encontrar explicaciones donde probablemente no las hay. Es difícil encontrar lo perdido si no sabes que lo perdiste. Tal vez alguna vez tuviste confianza en ti mismo. Sólo tal vez. Quizás naciste así y con lo heredado no hay nada que hacer. La batalla está perdida antes de enarbolar las banderas. Es mejor guardar la ropa que escogiste anoche para salir a la calle en un día lluvioso y elegir un nuevo pantalón, la camisa puede ser la misma, quizás, una nueva chaqueta y, sin duda, los zapatos. Quizás hoy deberías responder tus emails.

Quizás este mediodía deberías almorzar con esa amiga que no ves hace tanto tiempo. Quizás sea la ocasión que necesitabas para ir a ver a tu abuela enferma. Pero, lo más probable es que no deberías pensar ninguna de estas estupideces y atenerte a la posibilidad de que hoy efectivamente sea un día nublado y lluvioso. Hay un sospechoso silencio en la casa para un día de semana laboral. Sentado solo en la mesa de la cocina sabes que hay una variable que no estás controlando. ¿Es demasiado tarde o demasiado temprano? Esa manía de no usar reloj de pulsera, ni qué decir de no haber cambiado las pilas del reloj que cuelga arriba del refrigerador. Antes de cruzar el umbral de la puerta miras con desconfianza la brillante punta de tus zapatos finos. El espejo enmarca de prolijo brillo metálico tu rostro somnoliento. Estas ojeras me sientan mal. Quizás cuántos años llevo hoy día sobre los hombros. En ese preciso instante sabes que no hubo error en el anuncio del clima. Sabes, simultáneamente, que, ¡maldita sea!, el reloj de la historia acaba de sufrir un error infinitesimal y el tic-tac te transportó a un tiempo impreciso, en que ya no tendrá sentido alguno responder tus emails, ni llamar a tu amiga, ni menos visitar a tu abuela. Ahora, debes preocuparte por cosas más pedestres. Por qué no hay ruido en tu casa, si sigues trabajando en la misma oficina, si tu ropa no luce definitivamente añeja, si alguien ha pagado tu seguro de vida. En fin, determinar con la mayor precisión posible, dadas las circunstancias, si eres la misma persona que ayer, sólo que más vieja y si sigues vivo esta mañana de verano tórrido.

(De "Cínica", 2014)

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