Translate

sábado, 8 de septiembre de 2018

Página ominosa



Habrá un día y una hora en que podrás dejar caer los párpados y, mientras la funda de algodón de tu almohada roza tu pelo y tu nuca y tus mejillas, acariciar la oscuridad oscura que conduce a la otra vida. No es tiempo de dormir. Aunque fuera lo que más desearas en este minuto exacto en que tus ojos se posan en estas líneas, no es tiempo de dormir.

Ahora hay una mujer sentada frente a su computador que quiere que leas un mensaje que sólo podrás recibir si estás despierta. La mujer está sentada con las piernas cruzadas y vacila de tanto en tanto. Si te duermes, la mujer no seguirá escribiendo, porque las vacilaciones la dominarán y se irá a la tumba más cercana con su melodrama de verdad. 

Carmen, que es como se llama la narradora, tiene una ligera obsesión con las preguntas. Tal vez hoy día no quiera contar su historia y espere algunas respuestas. Pero no. Ella sabe que nunca otra persona le dará las respuestas, de ahí que hoy no espere, si no que busque las respuestas. Esta mañana despertó con la certeza de que podría dar en el clavo y hallar el hilo que conduce a por lo menos una respuesta. Soñó que la dejaba en tierra un avión que debía tomar. Leyó unas pocas páginas de una biografía de Steve Jobs. Fue al cine a ver una película ni buena ni mala, que le gustó. Pasó a visitar a su abuela en estado vegetal a la clínica, porque hoy es su onomástico. Comió unas hamburguesas caseras con su familia en la cocina de su departamento. Encendió su computador personal y creó un nuevo archivo, decidida a contar la historia. Hace frío en la ciudad y una tos persistente acompaña a la mujer en esta noche de invierno que no llueve, ni corre viento alguno, ni siquiera hay estrellas en la bóveda infinita. Cada vez que tose se le escapa un quejido de pena, como si se escapara algo intangible. No debes fumar tanto. No debes trabajar tanto. No debes hacer tantas cosas. Carmen recorrió con unos pocos pasos el pasillo entre su dormitorio y el baño, cogió a la pasada una caja de cerillas y un cigarro de su bolso de mano. Se sentó en la tasa del excusado y esperó a que los movimientos peristálticos de su intestino grueso cumplieran la promesa de aliviar su incomodidad. La sala de baño era chica, no tenía más de tres metros cuadrados y aunque el ventilador se desgañitaba en su intento por extraer el humo, pronto el lugar fue definitivamente poco amigable. Los ojos se le empezaron a llenar de humedades producto de la irritación y tuvo que secar sus mejillas con un pedazo de papel del rollo que colgaba de la pared frente a su nariz. Una cosa la fue llevando a la otra y tras una seguidilla de ideas escatológicas, llegó a la conclusión que si el cuerpo no producía heces, la mente no produciría respuestas.

Cuando Carmen se sentó de nuevo frente al archivo vacío, jugó por unos segundos con la barra espaciadora central del teclado. Malas noticias, pese a tus esfuerzos por no dormirte, ella no contará hoy su historia.

Es posible que no la cuente nunca y si es que llegara a contarla, es poco probable que tú o yo la lleguemos a conocer, pues aunque su destino no es morir hoy, nunca habrá otra oportunidad de que su tiempo se cruce con el nuestro frente a una página en blanco.

(De "Cínica" obra de Ana Durruty)

No hay comentarios:

Publicar un comentario